Soy consciente.

martes, 21 de agosto de 2012


          Ni siquiera me concediste el beneficio de la duda.
          Me has mostrado la clase de persona que eres. Tu manera de ser y de definir tu propia vida.
         Este tiempo compartido ha servido para enseñarme el tipo de persona que no quiero ni desearé ser nunca.
No tienes o no has tenido nunca la capacidad de creer en los demás como yo he creído en ti siempre. Y he perdido mucho tiempo, demasiado, como para malgastar éste que ahora tengo, aquí contigo, y actuar como si nada hubiera pasado, como si mis pensamientos no hubieran cambiado o mis planes no se hubieran transformado por sí solos.
         No encontraba la manera, las palabras, el diálogo más o menos adecuado y coherente respecto a esta situación, para despedirme de ti. Y prefiero decirte la verdad, lo que siento, lo que me has hecho sentir.
Sé que no te estoy haciendo daño, sé que te darías cuenta de esto tarde o temprano. Temía que llegara un momento duro entre nosotros, pero créeme por esta vez que jamás pensé que llegaría un momento tan difícil. Podría cerrar los ojos y taparme los oídos, viviendo como si nada sucediera, como si nada me influyera, como si la manera de dirigir tu vida implicara que también contribuye a ampliar de felicidad la mía. Pero no puedo mentir, ni mentirme. Creo que es mejor actuar de esta forma, pues dentro de un tiempo serás tú quien abra los ojos, y pensarás que estas palabras tienen el sentido que yo les atribuyo.
         Ni siquiera te has esforzado en construir tu propia capacidad de confiar en las palabras de la gente. Es difícil sobrevivir de esa manera, y te aconsejaría, por última vez, que empieces a pensar en los demás y a darles oportunidades, como tú haces contigo casi continuamente. Te escuchas, te enfadas contigo mismo y vuelves a empezar. Pero eso nunca lo logras con la gente que te rodea y te quiere, y también te escucha.
          Yo nunca me habría cansado de apoyarte, ayudado y escuchado en todo momento si no me hubieras tratado cual estatua sucia y vieja en un museo inapropiado. Tú eres ese museo, un museo inapropiado para mí, y yo la estatua que no puede ni debe encajar contigo.
          Ya me niego a pensar qué tipo de error es el que se ha establecido entre ambos, no me preocupa. Estoy intentando huir de todo esto, sé que lo conseguiré. Aunque dentro me resultará difícil no pensar en lo felices que podríamos haber sido si te hubieras parado a pensar...

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