La calle maldita.

lunes, 20 de agosto de 2012


     ...Y es que aquella tarde, no debí coger el coche... No tenía que haber salido de casa... Pero lo hice, y eso no se puede cambiar... Estaba en peligro mi vida, pero también la de la persona que más quiero en esta vida, mi hermana...
No sé hacia dónde íbamos, recuerdo que no encontraba aparcamiento y al meterme en la calle principal apreté el acelerador, quise entrar por la siguiente calle y al frenar bruscamente el coche derrapó y a su vez hizo un trompo... Reconozco que me acobardé, pero no perdí el control y conseguí meterme por aquella calle. 
         Yo la llamaría... La calle maldita. Pues maldita sea la hora en la que decidí que ahí tenía que meterme, estando al filo de mi muerte, exponiendo a mi pequeña a tanto sufrimiento... Pero, qué podía hacer? Nada...
         -Ala! He conseguido este aparcamiento de milagro! menos mal, hemos llegado...
(veo que se acercan tres tipos altos, fuertes... con las manos en sus espaldas... vienen hacia aquí... ¿qué querrán estos pesados ahora? ¡que llevo prisa!)
      -¡No se bajen del coche! ponte atrás con la niña, no intenten hacer nada raro y estén calladas...
        -Pero, ¿qué es lo que quieren? ¿Qué pasa? (me empiezo a preocupar, mi pulso se acelera, me desespero...)
-¡Cállate! dijo, ¿no lo escuchaste? Solo queremos matarlas (se ríen los tres machangos a la vez... a nosotras no nos sale ni una mísera lágrima ante tanto sufrimiento...)
          Se alejan del coche, tenían un furgón en el que conseguí ver escopetas, ¡grandes! de esas de combate, sí, definitivamente estaban locos... Lo peor es que soltaron allí los bates de béisbol que llevaban a la espalda y los cambiaron por algo atemorizador a primera vista...
        Mientras... Traté de cubrir a mi hermana con todo lo que encontré a mano y cuando se acercaron, ella les ofreció que se quedaran con lo que teníamos, a mi me parecía una estupidez, lo único que querían era matarnos, sino, nos hubieran pedido algo...
      Nos estuvieron martirizando horas y nosotras dentro del coche... Hasta que traté de convencerlos a dejar marchar a la niña. No daba resultado...
          -Tomen esto por favor, dejen que nos vayamos y haremos como si no hubiera pasado nada, se los prometo... Con este chantaje, aunque no fue nada fácil, logramos escapar las dos. Sanas y salvas.
        Pasaban los días, las semanas... Y me atormentaba la idea de volver a salir a la calle, no quería saber nada del exterior, sentía miedo, algo poco común en mi... Me aterrorizaba la inseguridad a la que una puede llegarse a exponer cuando menos lo esperas...

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